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“La nueva mayoría. Fin de una ilusión”, por José Joaquin Brunner

Por: José Joaquin Brunner | Publicado: Viernes 10 de junio de 2016 a las 04:00 hrs.
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Por Jaime Antúnez Aldunate

La reciente publicación del académico, profesor y ex ministro de Estado, José Joaquín Brunner, reúne, a través sus 470 páginas, variadas características que hacen de el un muy buen libro y una lectura de gran utilidad para todos quienes se interesen en la cosa pública.

Desde luego, se trata de una obra académicamente muy bien fundamentada, que da cuenta del enorme bagaje de lecturas del autor, lo cual refrendan las diez páginas finales del volumen con la numerosa y variada bibliografía que le sirve de apoyo. Llevando en su talega de Max Weber a Karl Marx y a Carl Schmitt, de Octavio Paz a Umberto Eco y a Elias Canetti, de Manuel Kant a Norberto Bobbio, más un largo e interesante etcétera, Brunner refresca la memoria, allana la comprensión e ilumina un presente que nadie puede dejar de reconocer como el suyo propio, por cuanto a la sociedad y cultura en que vivimos.

Cosa notable es que una obra de esa extensión, que se podría decir densa de referencias y citas de autores no siempre de lectura común, logre mantener, desde la primera hasta la última página, la atención de quien la tiene en sus manos, tanto por la amenidad y comprensibilidad que el autor imprime a los temas, como por la actualidad de lo que se descubre y explica. Resultaría muy larga para este espacio la citación de frases y párrafos en que brilla, con agrado para quien lee, el poder de síntesis y la claridad, junto con la originalidad de la forma. Se agradece la pasión que muestra Brunner por desentrañar lo encriptado. El lector puede hacer la experiencia.

Mucho más que un scanner del momento

Como lo confiesa el autor en su primer párrafo, el presente libro se constituye en una especie de scanner o TAC de apenas 165 días del gobierno de la Nueva Mayoría, lo que “es apenas un movimiento de párpados para la historia de la Republica, para la polis – la ciudad política”, dice. Sin embargo, a la luz de lo que de esos 165 días se relata y reflexiona, habremos de concluir, con el mismo Brunner, que la “bitácora” se parece sobre todo a la de una navegación extraordinariamente larga.

Dicho exordio, lo que parece revelar en realidad -con o sin el propósito del autor- es la secreta combinación que hace que esta obra se constituya en algo mucho más que otro buen ensayo que se suma a la discusión sobre la coyuntura socio-política. En efecto, alumbrando el terreno con un título mediáticamente oportuno y atractivo -Nueva mayoría: fin de una ilusión- interés acrecido por el recorrido público del autor, Brunner claramente logra que, ante el revelado de su scanner, nos sintamos de veras movidos a mirar, de frente, una situación que los sociólogos llamarían “epocal”.

Como ha repetido varias veces el Papa Francisco, “no vivimos una época de cambios, sino un cambio de época”. ¿Vislumbramos acaso y nos interesa verdaderamente saber qué puede llegar a ser ese “cambio de época”?

El primer gran mérito del libro es, pues, que tiene la capacidad de interesar en ello al lector medio, e introducirlo, inteligentemente, en asuntos nucleares por lo concerniente a la envergadura histórica de ese cambio. No es pues un libro escrito desde la trinchera, con el interesado propósito, aunque legítimo, de reducir al rival o enemigo político. Es bastante más.

¿De qué cambio “epocal” se trata?

En una primera impresión, reforzada por el amplio y nutrido espectro concertacionista que acompañó al autor en la presentación del libro realizada en la Fundación Cultural de Providencia, se podría pensar que Nueva Mayoría: fin de una ilusión debería obrar como un revulsivo en la centro izquierda del país. Es posible, en verdad, que así llegue a ser, por lo menos en las personas y ámbitos de ese sector más dados a la reflexión, interesados en una genuina tradición de izquierdas, capaces de escapar al inmediatismo salvaje que trastorna hoy cualquier discusión seria.

No obstante, la lectura de esta obra puede llevar también a pensar, y primordialmente, en el “desierto” que transita la derecha, ayuna de ideas fuertes y sobre todo –si alguien llegase a discurrirlas- de un marco mental y socio-cultural en el cual poder situarlas.

Por poner ejemplos, no es raro en estos tiempos escuchar a alguno levantar la voz por la urgente necesidad de recuperar el genuino “legado guzmaniano”, por referencia a lo que Jaime Guzmán enseñó, escribió y realizo en la política nacional. Asimismo, podría haber quien hable, en términos reivindicativos, de un “legado alessandrista” (tan cercano, en algún sentido al de Guzmán) o bien, más hacia el centro, de un “legado freista”.

Sin negar el noble propósito que iniciativas de ese tenor abrigan, lo primero que salta a la vista es aquello del marco en qué se pretendería o sería hipotéticamente posible situar esos “legados” en orden a hacerlos revivir. Pues a cualquier observador medianamente leído e informado, le salta a la vista que el humus cultural de fines de los cincuenta, de los sesenta o de los setenta -en lo político estrechamente dependiente del clima provocado por la “guerra fría”- muy poco tiene que ver con el no humus de un contexto individualista y fragmentado, que vive a cien por ciento la crisis cultural -ya antevista por la pléyade de autores a que acude Brunner- de una sociedad “capitalista democrática”.

En ese cuadro socio-cultural dominante, ¿en qué realidad reposa, para los ámbitos de la derecha, la defensa del derecho a la vida? ¿Cómo se explican ellos que en menos de diez años, de votar en bloque contra la ley del divorcio (legado guzmaniano), esa misma derecha, instalada en el gobierno, fuese la promotora de las uniones de hecho hetero y homo sexuales”? Unos acusarán a otros de traición, lo escuchamos; los primeros dirán de los segundos que no han asumido la modernidad cultural y política, sin saber ellos por cierto explicarla o explicársela a sí mismos, pero enmarcándose irreversiblemente en el “paradigma eficientista de la tecnocracia”, como clarividentemente la señaló el Papa Francisco (Encíclica Laudato si’, n. 189).

¿La fuerza de las ideas?

Carentes de verdaderas ideas fuerza con las cuales ponerse de pié, es posible oír reclamar, desde la derecha -amén del tema de los “legados” ya señalados- que el problema radica en la flojedad cultural del sector, que hipotéticamente se recuperaría con una inmersión en la filosofía -sobre todo en la que se inicia a fines del siglo XVIII- promoviendo con ello la producción de “intelectuales políticos”. Es, por ejemplo, la posición de los llamados neoconservadores, conocidos en EEUU como los “neocon”.

No obstante, como también sabemos, esta especie de intelectuales -afincados fuertemente a una sociedad y cultura “capitalista democrática”- no sintonizan en absoluto con una reflexión fuerte, que se adentre en la carnatura de la realidad, allí donde se viven las crisis no sólo económicas, sino principalmente existenciales. Claro y no tan lejano síntoma de aquello fue, por ejemplo, su rechazo a la encíclica Caritas in veritate de Benedicto XVI (Papa al que paradójicamente querían adscribir al “conservadurismo”), estableciendo una arbitraria dicotomía de aquella con la encíclica Centesimus annus de Juan Pablo II -que escrita en marco de la caída del Muro de Berlín reivindicaba históricamente el libre emprendimiento- como hito casi exclusivamente aceptable en el marco del desarrollo de la Doctrina Social de la Iglesia en toda la segunda mitad del siglo XX. Y nada decir de su rechazo casi frontal al magisterio del actual pontífice, Papa Francisco, manifestado de manera muy evidente con ocasión de su encíclica Laudato si’, sobre el cuidado de la Casa Común, y ahora frente a la exhortación apostólica postsinodal Amoris laetitia, sobre la familia, no a causa de un arrebato de ortodoxia que sobreviniese a “conservadores heterodoxos”, sino porque la opción final de éstos es fundamentalmente el sistema, y reconocer cualquier crisis de fondo en su carnatura lo juzgan peligroso desde el punto de vista del poder económico y político.

Puedo dar testimonio de que el Jaime Guzmán que conocí en el tránsito de la adolescencia a la juventud era, íntimamente, un social cristiano, que nunca, sin embargo, por razones familiares, abrazaría un compromiso político con la Falange. Pero su evolución mental iba en esa dirección, lo cual, si se mira a su entonces admirada España, fue la que siguieron muchos antiguos “primoriveristas”, como lo fuera un día él. El movimiento que llegó a fundar, el gremialismo, en un contexto muy distinto, no distaba mucho de esos moldes. Si la lógica de su entorno social y de los acontecimientos le hicieron en determinado momento optar por un camino identificable con los elementos que más tarde generarían la crisis de gobernanza descrita en este libro- que abarca al Estado y a la sociedad civil- fue aquella una opción con dudas, forzada por el blanco y negro de los tiempos que se vivían. Muchas veces he pensado que su declarado deseo de retirarse, que interrumpió su súbita muerte, provenía de esa antigua incomodidad, de problemas que su lucida inteligencia intuía llegarían un día no lejano como naturales consecuencias, pero que nadie lograba entonces exactamente visualizar ni menos saber como contrarrestar.

¿Alimentar a la derecha desde la izquierda?

Así como se produjera, a partir de la caída del bloque soviético, una saludable “contaminación” en la izquierda del realismo económico que detentaban hasta entonces más bien los sectores de derecha en el mundo, es bien posible que en el convulsionado marco de la crisis globalizada del “capitalismo democrático”, sea desde la intelectualidad socialcristiana y socialdemócrata que venga un realismo salvador para la cada vez más perdida gobernanza de las naciones occidentales. Desde luego, el trabajo de José Joaquín Brunner me parece un signo esperanzador en tal sentido. Y resulta paradójico que, mientras los sectores “neocon” u “ortodoxos” rasguen vestiduras ante los documentos papales ya citados, sea un socialdemócrata, como el autor de este libro, quien estudie bien la doctrina social de los últimos Papas y entregue, en el comentado libro, tres páginas donde sintetiza (ver recuadro) la lógica con que en esos documentos se explica el mismo cuadro global que en sus 470 páginas, con mucha nitidez de trazos, nos ha dibujado.

Ya dije antes que su libro es muchísimo más que un scanner de la irreversible crisis de la Nueva Mayoría.

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